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sábado, 27 de febrero de 2010

Memoria de un aprendiz de radio (I)

Llegué al mundo de la radio el verano de 1994.
Mi intención, como la de cualquier estudiante de Ciencias de la Información, era la de tener una toma de contacto con el mundo de los medios. La radio me atraía por su carácter de lo íntimo. Mi experiencia fue maravillosa y muy positiva en todos los aspectos, tanto laboral como personalmente. En esos dos primeros meses, fui conociendo cada uno de los departamentos, la realización y producción del quehacer radiofónico.


Los primeros diez días estuve sentada en el control central con todos los sentidos puestos en cada uno de los botones, teclas y mandos de la mesa de mezclas. Es impresionante la cantidad de cosas que se pueden hacer al mismo tiempo sin apenas moverse uno del asiento: emitir por AM y FM en simultáneo, a veces con la misma programación, pero otras con programas diferentes; cambiar en las horas puntas y en las medias para poner publicidad, "cartuchos" que vienen y van (entonces no habían instalado el ordenador que hoy controla todo esto); dando a un botón se emite por satélite o por teléfono, en fin: pura magia.
Pedro Dévora era el realizador matutino y encargado de desvelarme todos los secretos. Juan Ramón Hernández, jefe de emisiones, trató de aclararme en qué consistía el panel central y cómo se realizan las distintas conexiones con el resto de las emisoras, etc. Aquel cuarto lleno de cables y botones es como la cocina de casa: donde a pesar de haber más habitaciones para reunirse a charlar, siempre lo hacemos al calor del fuego y entre olores a buen café. Allí va a parar todo el mundo. Aprendí muchas cosas y lo mejor de todo es que pude hacer algunas. Por ejemplo, preparaba las bobinas magnéticas, buscaba los cortes, preparaba los CD de música, ordenaba los cartuchos de publicidad en las cajoneras y sacaba los del programa siguiente. Alguna vez hice una desconexión:...baja tecla, pulsa cartucho... A pesar de no ser grandes cosas, sí son pequeños detalles y como éstos muy importantes. Poco a poco le fui cogiendo el pulso a todo aquello y el gusanillo iba creciendo.

"Dominada" esa sección, salí a la calle con la unidad móvil: ¡fue genial!¡Aquello fue toda una experiencia!


Era como ir de excursión, a la aventura, con unos guías excepcionales. Tanto teníamos que ir a cubrir una rueda de prensa, como perseguir a los bomberos para averiguar qué pasaba; intentar encontrar a un preso fugado, plenos en el ayuntamiento...¡Muy variado!


Las conexiones en cascada del técnico Jose Juan Rolo en el Parlamento, los pinchazos en un teléfono para transmitir vía telefónica, cuando no era posible hacerlo por enlace, eran algo asombroso y digno de tomar buena nota de ello.
Hay días en que el trabajo deja de ser entretenido y animoso, para convertirse en algo difícil de digerir.
El contacto con la calle, con zonas de población a las que uno no está vinculado, ni acostumbrado a convivir, es una buena forma de conocer las realidades que afectan a otros directamente, pero que en el fondo nos repercute a todos.
Un ejemplo fue el desalojo del barranco de Santos: las palas mecánicas habían comenzado a tirar las casas, que eran poco más que chabolas, y el dilema que presentaba el que las familias no quisiesen marcharse de allí y que todavía no tuviesen las llaves para entrar en los pisos de protección oficial que supuestamente tenían asignados, algunos.
Alexis Hernández ante el micrófono, principalmente, narraba los sucesos con naturalidad y precisión. Tenía un programa para La Laguna de 9 a 10 de la mañana y ahí tuvieron lugar mis pinitos de locutora.


Empecé leyendo los titulares de las noticias del día y más adelante iría haciendo alguna que otra intervención con diferentes temas. El primer reportaje fue una dura prueba: la embarcación de la Virgen del Carmen. Allí me fui con la grabadora y el micrófono y grabé sonido ambiente, las odas a la Virgen y a Chago Melían cantando el Ave María, en el Roquete. Al llegar a casa me puse a redactar el texto que acompañase, o mejor, que fuese narrando los acontecimientos. Creo que estuve tres noches sin dormir bien, a causa de los nervios que me suponía el tratar de hacer dignamente, lo mejor que pudiese, lo que se me había encargado.


En agosto, muchos compañeros se van de vacaciones, quedan los que les sustituirán. Los programas son más ligeros ya que en este mes la actividad política, social, administrativa, etc, se toma también vacaciones. Los asuntos serios y cotidianos durante todo el año dejan paso al entretenimiento y las curiosidades.
Alexis Hdez se quedaba en el estudio sustituyendo en el programa Hoy por Hoy Tajaraste a Puchi Mendez. La unidad móvil también tenía descanso, así es que volví al estudio, llevando a cabo la coordinación del programa, leyendo los titulares y, como decía antes, haciendo un poco de todo.


Coincidiendo las fiestas de Chipude, en la Gomera, con un corto viaje a la isla colombina, hice de corresponsal: después de veinte minutos haciendo cola en la única cabina telefónica del pueblo, conseguí comunicarme con la emisora y contar, entre una algarabía tremenda de orquesta, chácaras y tambores, cómo iba transcurriendo la fiesta, la procesión de la Virgen de la Candelaria y la cantidad de gente que se había dado cita en aquel pequeño pueblo. Después de esto conseguí tener una entrevista con el párroco del pueblo y algunos de los chicos que llevaban a cabo un "campo de trabajo" con los habitantes de la zona. El trabajo de edición, de montaje, para los programas sucesivos me llevó horas en la sala de grabaciones. Menos mal que pude contar con la ayuda de Domingo García, técnico de la casa y realizador durante el mes de agosto, que me aclaraba las dudas lógicas de la falta de experiencia.

Así fueron pasando los días y el verano dio paso a un nuevo curso escolar. Yo volví a Madrid a finalizar mis estudios en la Complutense, pero no perdí el contacto con los compañeros que tan bien me habían tratado y de los que tanto había aprendido.

Hoy les sigo estando tremendamente agradecida. En estos días de tanto trasiego de aguas desbarrancadas, vientos  de temporal, desastres materiales y tremendas sacudidas emocionales, revivo aquellos años en que la radio lo inundaba todo en cualquier lugar durante todo el año. Rebuscando en mis archivos encontré este trabajo para la asignatura de prácticas de la facultad. Me permito compartirlo. Es un recuerdo naif, de cambios que continúan en lo técnico, en lo tecnológico, en lo personal, pero con un bichillo inmutable que permanece en todos los que en algún momento han vivido la radio.
Ha llovido mucho y el viento se ha llevado las palabras, pero hay sonidos y emociones que permanecen en lo más profundo de nuestra memoria...(pii-pii-pii- Radio Cluuub da la horaaaa)

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