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sábado, 16 de mayo de 2009

“Bienvenidos al vuelo de Iberia 958 con destino Tenerife norte…” Uuummm, algo falla. En la puerta de embarque una de las azafatas, de las típicas de Iberia de toda la vida con cara de estar haciéndote un favor, empezó a perder la paciencia con los pasajeros que, despistados, ignorantes de las consignas de las letras – que ésta indicaba, sin hacerse entender -, o simplemente extranjeros sin conocimientos del español, no entendían a qué diablos se refería recitando el abecedario de la A a la L y asignándoles una de las dos puertas de acceso a un único pasillo de 2 rampas que desemboca en la puerta del avión, donde vuelven a indicarte si tu asiento está a la derecha o la izquierda del aparato, porque, claro, tanto gritar con desquicie el abecedario, tanto desgañitarse como una cabra loca balando incomprendida, ahora con micrófono, tanto berrido típico de desequilibrio hormonal, no era para evitar atascos en los pasillos mientras los pasajeros se acomodan en sus asientos. En fin, que con ganas de poner una reclamación por tan mal trato me encamino a mi fila 37 asiento A. normalmente, no elijo sentarme tan atrás y la mala suerte me hizo reclamar otro lugar con ventanilla, porque al poner mi bolso en el suelo percibo restos de vomitada en las paredes. A punto de soltar yo también el único alimento del día – café con soja – reclamo a un azafato que me dice con aire de pocas ganas de trabajar “ahora mismo”. Si están pensando que el chico tenía mucho lío laboral van muy pero que muy despistados. El joven se quedó plantado en el pasillo hablando con un colega sentado en el 38C, o sea, en mi oreja y con mis “pituitarias más visuales que olfativas” aleteando con hambre y enfado -por la situación- narrando con detalles y jolgorios cómo se lo había pasado de bien en Miami con un amigo que vive allí y cómo le sacó brillo a la American Express, que no tiene límite de crédito, pero que cobrar, cobra, claro. Crean que atónita y lentamente por lo inverosímil de lo que cuento, me tuve que girar hacia él, empezando a desquiciarme, diciendo “me estoy mareando…”. Sólo entonces se movió y yo pude despegar sentada en el 15 L y sin nadie al lado, que me pregunte cada 30 segundos por alguna cosa del avión y el vuelo. Algo bueno: el avión es muy amplio. Miro el modelo. Un A-340/300. ¿Entretenido, no? Pues añádanle al caso que hace tres días que estamos esperando que aparezcan tres maletas facturadas en Londres y que aún no sabemos dónde demonios están y si aparecerán. “Gracias por volar con nosotros y esperamos verles nuevamente a bordo”.