Translate

sábado, 24 de marzo de 2012

Volver a Chagall, al Jardín olvidado, a Años de prosperidad...Sobre el olvido

La exposición de Chagall en Madrid, como otras veces le había pasado, le dio la perspectiva que quería y necesitaba de un autor del cual conocía obras sueltas y puntuales que no le valían para “conocerlo”. Como en las relaciones personales, en las situaciones coyunturales o en cualquier ámbito de la vida o que le afecte, la visión del todo permite tener un ángulo mucho más amplio que la mera observación de un punto, de un hecho puntual. Todavía embriagada por los colores tan vivos del artista ruso y su desnudo rojo, Nicolasa llevaba toda la semana con el cuerpo como una madera que cruje, se hincha y encoje según ande el tiempo atmosférico. Con Venus y Júpiter expandiendo el amor, Marte, guerrero, vigilante al este y la Luna a puntito de llenarse, el suave mecer de las olas amenazaba con transformarse en maremoto. Después de todo es marzo, horribilis, aunque Nicolasa no tuviese claro porqué esta época del año se llenaba de púas cual erizo. Las manchas solares están descargando una energía bestial sobre la Tierra, si bien se desconoce por supuesto la repercusión en sus habitantes. La tragedia sigue formando parte de la vida. En forma de accidente inexplicable en Suiza con 28 muertos, 22 de los cuales eran niños, que venían de esquiar felices. Más niños, 3, y un adulto asesinados esta vez, fueron blanco de un tipo que acorralado por la policía francesa durante 30 horas, que si entrenado en Afganistán, que si con pena de no haber matado a más…parece ser que finalmente se tiró por la ventana en medio del tiroteo…Nicolasa llevaba unos días tropezándose con el olvido, con la falta parcial o total de la memoria de los que le rodean, de ella misma y del ser humano como especie. Aunque un animalito maltratado también llega a olvidar ese pasado amargo, angustioso y lastimoso que le hace enseñar los dientes cuando una mano se le acerca para acariciarlo, a base de cariño y confianza, aun tardando en aceptar que no todos quieren hacerle daño…Olvidamos para sobrellevar la vida, las penas, los errores, el dolor de un recuerdo, la ausencia de alguien o anestesiar el anhelo de un cambio que nos da miedo…Instinto de supervivencia contra sentimientos, actitudes y acciones que podrían no solo sanar, sino enriquecer nuestra vida, nuestra existencia…Luchar contra nuestras propias contradicciones es agotador y puede encerrarnos en una coraza que difícilmente deja entrar o salir la luz que nos mantiene vivos, porque la oscuridad nos merma como a una planta, incapaz de realizar su fotosíntesis…Sin fotosíntesis no hay oxígeno que nos mantenga vivos para reír, llorar y luchar contra la tragedia, contra el mal que sí existe porque hay personas malas, con maldad que tiñen el cielo rojo como en la telenovela en la que una vieja ruin hasta decir basta le ha hecho la vida imposible a unos pobres enamorados durante más de 20 años, matando, mintiendo y presignándose en nombre de un dios que nada tiene que ver con Dios. Cruzadas absurdas entre gobiernos en nombre de la fé siguen batallando…El amigo musulmán (Morgan Freeman) de Robin Hood (Kevin Costner) gritó a los ingleses del bosque de Sherwood: “Yo no soy de los vuestros, pero lucho con vosotros. Si queréis ser hombres libres tenéis que luchar por vuestra libertad contra el villano que os mantiene esclavos…” Y estas batallas se libran desde que el mundo es mundo y el hombre se hace hombresapiens y al mismo tiempo que evoluciona su cerebro para enriquecer su memoria, atrofia el compartimento de los recuerdos para olvidar…


Nicolasa acaba de disfrutar tremendamente con El jardín olvidado, de Kate Morton, una historia de pasado, presente y futuro en Australia, Londres y Cornualles, en el que las vidas de las protagonistas en distintas épocas, se relacionan, se entrelazan y reencuentran, encajando las piezas como si de cajas chinas se tratara, dándole sentido a ese todo que intuía, mientras recopilaba las partes. ¿Y después de este éxtasis? Nicolasa tomó otro libro que tenía a mano, después de todo va sobre la China actual, sus gentes y sus cambios… Años de prosperidad, de Chan Koonchung… no puede ser…a medida que Nicolasa pasaba las páginas poco a poco enganchada a la novela descubre que la trama gira en torno a la amnesia colectiva de una sociedad que se ha vuelto muy “happy”, ¿será una señal premonitoria? ¿nos iremos olvidando de todo, de nosotros mismos incluso, a cambio de vivir “felices”?

"Haz caso a las señales"…

Volver al jardín olvidado…recuperar la memoria…encontrar nuestra identidad para vivir libres…¡Feliz primavera!

Costa norte de Tenerife.


sábado, 3 de marzo de 2012

Pónte en mi lugar ¿Otra vez? Pónte tú en el mio. Sí, las veces que haga falta.

Nos cuesta. Nos cuesta ponernos en el lugar del otro. Sea lo que sea, no conseguimos ponernos en su situación, en su pellejo o en sus zapatos. Lo de los zapatos es más entendible por eso de que cada uno pisa de manera distinta y los amolda según su estructura corporal, pero quizás sea por eso que nada más calzarnos las babuchas de otro comprendemos que su forma de andar por la vida es otra diferente a la nuestra, ni mejor ni peor, tan solo diferente…Somos inconscientes de que aparcamos mal el coche al obstaculizar un paso de cebra, hasta que necesitamos hacer uso de él como peatones y no podemos, cuando necesitamos una rampa y solo hay escalones, cuando necesitamos un servicio médico que no existe porque no hay mucha demanda, cuando necesitamos hablar y el otro prefiere el silencio…Solo se nos despierta la consciencia y se abre nuestra capacidad de comprensión cuando realmente conseguimos ponernos en el lugar del otro. En ese momento, lo que éramos incapaces de entender se vuelve comprensible y vemos lo limitado que teníamos nuestro campo de entendimiento. Hay un punto de rubor, de vergüenza incluso, al descubrirnos tan necios y tan obtusos. El “yo nunca reaccionaría así” se burla de nosotros en el instante en que nos vemos reflejados como en un espejo. En un espejo al que miramos profundamente, no para ponernos la crema en la cara o ver que no quedan restos de pasta de dientes en la comisura de los labios, sino para encontrar a través de nuestros propios ojos lo que buscamos en nosotros mismos. Esa mirada es difícil de mantener, porque el choque de la mirada propia devuelta por el espejo nos muestra una parte de nosotros mismos que no siempre percibimos. Porque no nos miramos profundamente demasiado a menudo. Es más fácil mirar al otro y que el otro te mire intercambiando una cantidad infinita de silente información. Es hermoso que un cruce de miradas sea capaz de decir todo lo que la voz no puede porque tiene un nudo en la garganta. Es mágico que lo que se desprende de ese encuentro te ponga en tu lugar y en el del otro. Y entonces ya no hace falta decir u oir “pónte en mi lugar”, porque ya te pones las veces que haga falta…