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jueves, 9 de diciembre de 2010

De aeropuertos

"Va usted muy cargada!" "No crea, esto de aquí es el abrigo"...La azafata vio una maleta de cabina, un bolso de mano, una mochila y un saco de harina...su apreciación era buena porque los bultos abultaban, pero más tarde comprendió el volumen del equipaje para viajar en cabina.


La pasajera empezó a abrigarse según tomó asiento (como dicen a bordo) y de la manga corta tropical pasó a la angorina en forma de rebeca, bufanda, mantita y fatalmente, al abrigo peludo, como si los 50º bajo cero del exterior del avión estuviesen en el interior. Lástima no haber cogido un gorro, eso iba dentro de la maleta. Cuando al borde de la hipotermia consigue adormilarse un tanto, el ruido del paso de las hojas de los periódicos del vecino la saca de su minitrance. La da un manotazo (no se asunten era familiar) y trata de volver al submundo onírico. El vecino de la derecha comienza a silbar alegremente. Quedan veinte minutos de vuelo, esos horribles en los que se empieza a descender y el cuerpo se queda como sin aire, comprimido, como la botella de agua medio vacía que se espachurra, igual que cuando se quita el tapón de la bañera y el agua sale por el sumidero. Se ahoga. ¿Lo ahogará?

En ese trance estaba. Cerró los ojos y respiró para que los oídos no se le taponasen y no le faltara el aire, aunque fuese helado. Todavía le quedaba otro tramo para llegar a destino. Mejor no coger nervios...

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