Translate

viernes, 7 de septiembre de 2012

De Arabia y Alicia en el País de la maravillas

Solo le faltó ver la luna de color azul. Alicia llegó del país de la maravillas abrumada por las experiencias vividas durante su último viaje. Arabia. Historias de cuentos infantiles y no tan infantiles, de beduinos, camellos, arena, mar rojo, petróleo y la alternativa para cuando se les agote, “Alá quiera que en mucho tiempo”, el gas…Un país de tópicos que sigilosamente y sin muchos aspavientos va cambiando de dentro afuera, aunque aún no es común a luz pública, las mujeres que quieren estudian, se forman y trabajan. No están esperando a una ciudad para mujeres que dicen van a construir para que puedan desarrollar su parte profesional sin perturbar el mundo de los hombres. Hombres de blanco impoluto, planchados con almidón y adornados a gusto del particular con sus pañuelos blancos o blancos y rojos. Imagen de frescura que contrasta brutalmente con la abaya que obligatoriamente llevan las mujeres. Esa túnica negra, puede estar adornada exteriormente con bordados o lentejuelas, de colores incluso, aunque sin excesos. La abaya es una norma, una imposición social, una costumbre local y a toda mujer que entre en el país le ofrecen una para que se la ponga inmediatamente. La temperatura exterior oscilaba entre los 43º y los 50º. En los coches y edificios entre 15º y 16º…En tan solo unos segundos, lo que se tarda en salir y entrar atravesando una acera, la abaya se queda ardiendo y al apoyarse en el respaldo del asiento, por ejemplo, hace dar un respingo porque quema el cuerpo. El velo cubriendo la cabeza o incluso la cara, parcial o totalmente, es una cuestión religiosa. Una costumbre muy arraigada en el sector más conservador que obliga a tener la cabeza cubierta en los espacios donde haya hombres, eso sin que siquiera se puedan mezclar con ellos. Bien acotadas tras un cordón de raso rojo, teniendo que entrar antes que el resto y sentadas a una mesa lateral en segunda fila, Alicia veía cómo la Reina de corazones no podía figurar en la mesa principal por el mero hecho de ser mujer, y ahogaba las ganas de gritar aquello de “cortadles la cabeza” al ejército de naipes que coartaba su libertad, impidiéndole moverse con naturalidad y ocupar el lugar que le correspondía, entre los hombres…La liebre de marzo y el sombrerero loco, se acercaron a la mesa rompiendo el protocolo, pero como eran extranjeros en aquel cuento no llegó a mayores. Hablar con las cuatro mujeres cubiertas de negro de los pies a la cabeza, en público, va contra las normas. Las cámaras, que habitualmente evitan el objetivo femenino, claro que con el rostro tapado a ver qué interés tiene, se movían por la estancia enfocando el cuadro de luto, una novedad que no saldría en los medios (aunque en twiter si colgaron alguna foto), pero que quedaría en los archivos…Este celo por guardar a buen recaudo lo femenino ante los ojos ajenos, se relaja mucho cuando los muros altos protegen el mundo privado. Las abayas quedan a un lado y la fiesta - con agua, refrescos o “champán árabe”- transcurre informalmente. Se pide un poco de decoro en la vestimenta femenina. Los escotes y las transparencias son una provocación. Sin embargo, a Alicia le sobraron los zapatos cerrados que había llevado por si enseñar la punta o el talón del pie era pecado (Haraam) y origen de un escándalo. Las mujeres de Arabia llevan las uñas perfectamente arregladas, van super maquilladas y los retoques de bisturí no son problema a golpe de talonario. Las hay, como el resto del mundo, que solo se entretienen en eso. Pero, poco a poco, hacen deporte y compiten entre ellas en clubs privados, sin masculinos ojos que las observen pero con varonil apoyo, moral y económico en forma de patrocinadores…También hay otras virtudes, por ejemplo, tratan a sus invitados con una generosidad y una hospitalidad digna de príncipes y princesas… Es solo cuestión de tiempo, que las libertades sean públicas y los derechos fundamentales…como en occidente, donde no hace tanto que las mujeres no podían hacer nada sin la firma o permiso del hombre de la casa…¿por qué nos extraña tanto? A misa había que ir con un pañuelo cubriendo la cabeza, las faldas no podían dejar ver las rodillas, en fín, un sinfín de detalles que olvidamos tan fácilmente como Dori, la amiguita de Nemo, uy, pero ese es otro cuento…
En este país de la maravillas, Alicia vio al Conejo Blanco mirando su reloj…muy tarde es, muy tarde voy, mi cita es para hoy, no debo detenerme, ¿qué tal? …, me voy, me voy, me voy…y Alicia vio como se iba a paso ligero saliendo de un sueño para meterse en otro…por fortuna, siempre nos queda volver a donde lo habíamos dejado al despertar y pasar la puerta en el árbol para vivir más sueños soñados convertidos en realidad…



1 comentario:

  1. Me ha encantado encontrar tu blog. Saludos y ánimo desde el nuestro /lamiradadelgato.

    ResponderEliminar