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martes, 19 de julio de 2011

Desde China…con avatares, tormentas y ganas de un café

Mucho antes de que cantara el gallo, Catalina se despertó con el tronar de los truenos, relámpagos, rayos y centellas que amenazaban furiosos con echar abajo el cobijo que las hospedaba. Era el mejor hotel de Phoenix City y por suerte para ellas estaba muy limpito. La cama era una tabla de celda de convento que tuvo a Catalina toda la noche desclavando las lumbares de la funda de seda que estiró primorosamente antes de acostarse. Agustina llevaba rato también sobre la suya tratando de encontrar la altura de la almohada poniéndole toallas debajo y dando vueltas a su esqueleto para poder abandonarse a los brazos de Morfeo. Agustina se reía, pero le dijo a Catalina que había tenido razón en sus predicciones y previsiones. Pobre Agustina, ella esperaba un hotelito rural monísimo de la muerte en medio de una montaña. Catalina viendo lo que había por el camino, la preparó para lo peor. Estaban en la China profundísima. Inmersas en todos sus repulsivos olores, sus basuras por doquier y los ccccccccccjjjjjjjjjjjrrrrrrrr previos al esputo expulsado con o sin discreción cada segundo y medio. Pero eso era lo habían querido, viajar fuera de las ciudades globalizadas de rascacielos y tráfico desmedido. Querían ir a las montañas, ver naturaleza. Habían salido del hotel de Zhangjiajìe, donde las habían custodiado como a princesas herederas en la piscina, creyéndolas integrantes del equipo de natación, en coche privado con chófer, por supuesto, quien masticaba una goma como de caucho que al parecer es cancerígena, y que desprende un olor alcanforado que te deja las narices abiertas durante todo el viaje. Cuatro horitas de nada si no hubiese sido por los saltos de tocar el techo, los adelantamientos en las curvas y en cambios de rasante sin que se viese absolutamente nada, pero, eso sí, tocando la pita (claxon) como si les fuera la vida en ello. En realidad, sí que se la juegan…El muchacho chino que hace de chófer no ha querido dar su nombre, Agustina y Catalina decidieron llamarlo Ratín, por su carita de ratón. Cada vez que Catalina le pregunta Wo jiào shenme mingzi? Ratín coge el teléfono móvil y confirma que ambos tienen sus respectivos números, just in case, de que ellas se encuentren en algún apuro. Se supone que eso no va a ocurrir, porque Dios quiera que no tengan que hacerse entender por teléfono uno hablando en chino y otra en inglés aderezado con unas pocas palabras de mandarín, pero más vale prevenir que “ay, si hubiesemos…”. Ratín era limpio y tenía también muy limpio el coche. Pasaría las dos noches en Fenghuang (Phoenix City) esperando por las turistas europeas. Helen, la guía de Zhangjiajíe, les advirtió que dos noches era mucho para pasar en Fenghuang, que con un día sobraba y que sin embargo había un pueblito de otra etnia, los Miao, que valía la pena visitar. Catalina y Agustina le explicaron, otra cosa es que lo entendiera, que el viaje exprés lo había organizado su amiga Chen, que estuvo en la zona hacía algunos años y que ya no iban a estar cambiando los planes, sobre todo, teniendo en cuenta que hay billete de avión de vuelta por medio y es para las 22’00h del 7 de junio…Además, ya nos le quedaba mucho por ver en Zhanjiajíe. Se habían pegado una paliza de 6 de la mañana a 5’30 de la tarde el primer día, caminando más de 7.5 km del último tramo, cogiendo teleféricos gozando de un espectáculo muy bonito sobre la vida de la etnia de los Tujiá, en medio de las montañas que llevan al lago.


Precioso.Y lloviendo y todo, los bailarines, actores y luces de láser representaron una función estupenda.
Catalina y Agustina pensaron que quizás fuese buena idea llevarse a unos chinos a la isla para que organizasen la gala de la reina del carnaval, jajajaja, de lo más entretenida la hora y media que duró. Agotadas llegaron al hotel después de negociar con la guía, que generosamente quería dejarlas dormir hasta las 7, que para salir a las 8 y hacer cola de una hora para el teleférico, saldrían a las 9 y no cogerían cola, jajaja, bien jugado. Les esperaba otra excursioncita de una hora y 40 minutos, que siempre se alargó porque se paraban a comprar saquitos bordados de recuerdo y el paso era muy moderado para no resbalar y romperse ningún hueso. Llovía a cántaros, como si hubiesen abierto todos los grifos en el rodaje de una película en medio de un paisaje frondoso y embrumado hasta no dejar ver los picos que James Cameron usó en su película de Avatar.

"Montañas de Avatar", Zhangjiajiè.
Cuando ya parecía que el paseo por las alturas de 1000 - 1200 metros se iba a quedar como “lo importante es el camino no el fin” cuando en la última plataforma se abrió la bruma blanca y espesa para dejarles ver el magnífico y misterioso paisaje de las rocas de 700 metros copadas por unos árboles muy verdes que consiguen crecer en los riscos porque son de arena compactada por los millones de años que hace que hubo un mar que se secó y que dejó muchos fósiles de la era de los dinosaurios en China, y que un movimiento tectónico dejó al aire los picos que el tiempo, el agua y el viento han ido erosionando con formas de película.
 Catalina y Agustina se fueron a media mañana a descubrir el pueblo que a la luz de la noche habían visto al llegar. La tormenta había dejado encharcadas las callejuelas, el río fluía revuelto, pero todo parecía seguir su curso normal.
 
Fenghuang
Muchos jóvenes chinos paseaban sacándose fotos y mirando curiosos a las extranjeras, que se habían acostumbrado a ser observadas con todo descaro. El aguacero no se había llevado la basura –por no usar otro término- acumulada en todos los rincones. El estómago se les revolvía más y más al pasar por delante de los restaurantes que muestran sus productos comestibles con orgullo: los vegetales en estanterías y los animales en palanganas conectadas a una fuente de agua a través de mangueras donde las ranas, saltan y croan, los peces intentan nadar antes de convertirse en pescados y los cangrejos, picudas y nos se sabe cuántas especies más están abanderillados listos para ser asados en el wock de apestoso aceite refritado. El arroz blanco cocido a granel lo sirven en un bol ayudándose de una espumadera y la mano- no se sabe si limpia, sucia o qué-. Y así un establecimiento pegado a otro. Y no estaban sucios, no, las mesas estaban despejadas con aspecto de limpieza, pero…con nauseas y los escrúpulos gastronómicos aflorando a borbotones decidieron ir al hotel a comerse la latita de sardinas que guardaban como un tesoro para tiempos difíciles. Esos tiempos habían llegado. Era más de lo que podían soportar y se valieron de la brújula para encontrar en el mapa poco claro dónde estaban ellas y dónde el hotelito, al este…estaban desorientadas. Sudando a veintitantos grados de temperatura en medio de una humedad de clima subtropical llegaron al borde de una fatiga a su habitáculo. ¿Qué tenemos en la despensa? Quedan 4 latas de sardinas, dos planchitas de jamón, el chorizo mejor tirarlo por el calor que está sudado, 2 manzanas…bueno, nos comemos una lata de sardinas con las obleas de castaña y de postre unas lonchitas de jamón, para dejarlo para la cena o el desayuno de mañana, decidieron. Empachadas, se tumbaron un ratito a reposar el almuerzo, el calor y la humedad. Catalina aprovechó para ver un capitulito de la telenovela y después de una buena ducha volvieron a salir para ver si encontraban un vasito de leche, más que sea…no era por la celiaquía de Agustina que estaban tan remilgosas, también el estómago delicado de Catalina las mantenía alejadas de cocinas ajenas.
Atrás quedaban la cueva de 1.600 escalones para rematar la excursión de un par de hora…el picnic reposado con paseíto en barquito en el lago del Palacio de verano -abarrotado de turistas chinos hasta la bandera con otra escaladita a la colina de la longevidad(si la subes serás eterno porque estás en plena forma,jajajaj), la estafa del taxi a la vuelta y con la calentura compra de maleta en 5 minutos sin demoras en el regateo…estafa con los teléfonos móviles, casi viaje al aeropuerto sin pasaporte que se quedó en un bolsillo del bolso fresa dentro de la maleta…Y para más acción, tras 7 horas en el aeropuerto de Zhangjiajie para volver a Pekin, a la una y media de la madrugada las mandaron a un hotelucho de 4 estrellas que se les debieron caer en el siglo pasado, pero al menos durmieron un par de horas para levantarse a las 5 y salir en el vuelo de las 7…que fueron casi las 8 de la mañana. Al llegar a la mansión de Pekin, las recibieron primorosamente en el siyehua, era como estar en casa y les habían dejado una habitación deluxe en compensación…maravillosa tarde de comer muy bien allí mismo, dormir una larga siesta, preparar maleta para dejar y otra para Shanghai, cena rica y a dormir…

Al día siguiente, tomaron otro avión ahora con Chen en silla de ruedas y con dos muletas para sortear los escalones que son infinitos. No hay consideraciones para con los discapacitados, salvo para facturar y subir al avión…

Ya en Shanghai, la agenda se apretó y los eventos cenas con amigos, personalidades de distrito y apertura del Festival Internacional de Cine de Shanghai, no han tenido tiempo más que de ir al sastre dos días, porque la tentación de las sedas y las hechuras a medida son difíciles de resistir…

Cargadísimas de experiencias, sensaciones, risas y avatares buscan ratitos sueltos para tomarse un respiro. A pesar de la lluvia y la humedad, todo es fantástico y hay incluso sorpresas con vistas a proyectos en los que los chinos están muy interesados…Agustina ya duerme como un angelito, super Chen está leyendo y Catalina confía en conseguir conciliar el sueño…

Buenas noches, buenas tardes, buenos días…continuará…

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