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martes, 8 de marzo de 2011

De mujeres, Blancanieves y madrastras

Leocadia se imagina a su abuela alzando un panfleto y gritando por su derecho a votar…Han pasado 100 años, se dice, pero pocas cosas han cambiado. Y si han cambiado cosas, lo que no termina de cambiar es el entendimiento, tanto masculino como femenino. En estos años de cambio en el mundo occidental, que le dicen, una mujer tiene derecho a abrir y cerrar una cuenta bancaria, manifestar sus opiniones y hasta trabajar en puestos que antes solo eran para los hombres. Mucho en apariencia, sí, pero hay un par de generaciones digamos perdidas entre esos dos mundos: el de la sumisión y obediencia al hombre de la casa –padre, novio, marido, tío, hermano…- y el de la incomprensión ante la actitud vital y natural de ejercer los derechos humanos fundamentales: derecho al trabajo y a la libertad. Injusticias hay en todas partes, por desgracia, pero las injusticias por género…Leocadia se estaba enfadando por momentos. Cada imagen de un asqueroso llamado hombre violando a mujeres y niñas, como quien va al baño y tira luego de la cadena, las ablaciones y mutilaciones que destrozan cuerpos y almas femeninas que engendran más cuerpecitos y almas mutiladas, miradas que no se ven detrás de un burka y cristales molidos que son ingeridos para acabar con tanta desesperación en un mundo tan masculino…prostitución y asesinatos de niñas que no son deseadas en las familias porque solo suponen una carga…si las mujeres de dichas sociedades piensan de esa manera ¿cómo hará el mundo para dar un giro de tuerca significativo? Probablemente, tampoco tengan otra salida.
Cuando el clan se organiza como en la época primitiva de él va a cazar y solo tiene capacidad para ver la presa a larga distancia y ella cuida a la prole con una vista exquisita para los detalles incluso los que se suceden pasado los 180º de ángulo de visión, y se acepta por ambas partes y ambas cumplen su función y su papel, todo funciona. Cuando una de las partes no cumple, la estructura se viene abajo, como es lógico. Ahora se trata de encontrar lo que no funciona y el por qué se viene abajo la estructura. Leocadia piensa que toda esta retahíla de reflexiones baratas está tan manida que no merece la pena seguir dándole vueltas, pero una conversación reciente le impide dar por terminada la perorata. Sí, fue entre dos amigos que se encontraron después de mucho tiempo y trataron de ponerse al día de sus vidas tomándose un café. A Leocadia se le quedó grabada la frase que su amiga le dijo indignada: ¿te puedes creer que la sentencia fue “o aceptas el trabajo ese en el que tienes que viajar un par de veces al año al otro lado del mundo o te dedicas a ser madre”? ¿Es que son mejores padres los que dejan a sus hijos una semana con los abuelos para irse de vacaciones, un par de veces al año, que la madre que lo haga por trabajo? Menos mal que Leocadia tenía un grupo de amigas trabajadoras, independientes – económicamente- y totalmente volcadas con sus hijos, las que los tenían. Algún maridito no lo había entendido del todo y antes de que la sangre llegara al río, cada uno siguió viaje en distinto barco y todos felices. Leocadia y sus amigas llevaban toda la vida tratando los mismos temas, las mismas posibilidades, reflexionando en voz alta lo que no las dejaba dormir por las noches…¿serían buenas madres, buenas esposas, buenas amigas, buenas trabajadoras…? ¿tendría que echarse a los hombros alguna carga más para cumplir con las insaciables exigencias del género masculino que no entiende nada de lo que ella le dice pero que la quiere perfectamente vestida, aseada y peinada cuando llega a casa del club exclusivo para hombres después de pasar por la oficina?

Leocadia miró a su hijita y agradeció que el mundo estuviese cambiando…en cuanto tuviese la edad suficiente la llevaría a clases de defensa personal. Así podría vivir y viajar sin miedo a ser asaltada y humillada por ningún animal humano a la salida de un teatro, una biblioteca o en el metro, o cuando saliese tarde de trabajar fuera de casa. Ni la madrastra de Blancanieves tenía los mismos poderes maléficos: una noche de carnaval bastó para describir el rollo actual. Tres Blancanieves con trajecito corto y no largo –modernidad y comodidad- desdoblaron su personalidad de niñita delicada y dulce, aflorando el genio de mujeres hartas de que las mangoneen sutil y amorosamente. A la pregunta del espejo mágico sobre quién es la más hermosa del reino, saltaron como tres fieras gritando que por supuesto Blancanieves era la más hermosa…la reina descolocada quedó balbuceando como pudo “cómanse ya la manzana y atragántense, insolentes!” jajaja, está bien que vaya cambiado el cuento…pero y ¿el príncipe? jajajaja

(continuará…)



Buscando alguna imagen que acompañase el texto, me llegó el sonido por correo de mi amiga Kovasi. Tomo prestado el video elaborado por alguien que no conozco y que firma luciernaga 1962, confiando que no le moleste., gracias...el cuento de Jorge Bucay equilibra las historias de mujeres víctimas...porque también las hay muy tiranas :)

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