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lunes, 8 de marzo de 2010

María Pagés

Escenario oscuro. Negro, para que el sentío se despertara con los taconeos y las palmas. Poco a poco, la luz tenue ilumina al cuerpo de baile, ocho estupendos bailarines, 4 y 4, en las sombras todavía el cuadro flamenco y sale María, larga, alta, esbelta…Mantón verde bordado en blanco agitado con fuerza y como con cierta rabia contenida y descargada a través de los hilos ondulados por unos brazos largos y fuertes, expresivos y preciosos de María Pagés. Brazos que se retuercen, se estiran y abarcan un universo vasto y personal. Brazos que se enredan en un cuerpo flexible y cimbreante de repente en rojo con cola de volantes tan elegante como los movimientos de la bailaora, que de oruga desperezándose se transformó en una serpiente de cascabel haciendo sonar amenazante sus palillos. Los cuatros bailarines de negro, el color lo dan las bailarinas y sus batas. Vuelve el negro al vestuario y los cuadros finales. Los músicos dejan de tocar. Los instrumentos son solo voz, tacón, punta y palmas. Ah, y duelo de bastones. Entre risas, el telón del Auditorio de Tenerife se cierra con todos más contentos que unas castañuelas.

1 comentario:

  1. Has relatado lo ocurrido como realmente fue,ni más ni menos, simplemente fue buenísmo y salimos todos como "unas castañuelas".besos mary

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