
Hacía mucho que no iba al cine, a una sala. Me preguntaba por qué, mientras disfrutaba del reencuentro y me respondían los ruidos non-stop de los de la fila de atrás con las bolsas de chucherías y las risitas y cuchicheos de las de al lado. Era domingo. Da igual la ciudad. El enfado no pudo con el gusto, pero sobraba. Ganó la peli, la trama, el ritmo, las secuencias, las interpretaciones y por supuesto, los ojos sonrientes de George.
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