Y por fin llovió…y como dice el refrán…nunca a gusto de todos…Semana Santa pasada por agua más que nunca bendita como un regalo del cielo para suavizar un poco el horror del infierno que estamos padeciendo. Pero si en dos mil años que hace que un Ser Divino tuvo el Valor, el Amor y la Entrega para morir en la Cruz por nosotros, un manojo de ignorantes egoístas sin más miras que ejercitar nuestra santa voluntad caprichosa, irreflexiva y volátil, no hemos cambiado en casi nada y los mensajes, las señales y las enseñanzas no hacen mella en nuestros espíritus, ¿seremos capaces de entender algo, por ínfimo que sea, del misterio de la vida? Creyentes o no, en el más allá en el más acá, en la ciencia que consigue ir explicando, poco a poco, con cifras y letras lo que cuenta el Libro Sagrado plagado de inocentes interpretaciones ante hechos absolutamente inexplicables por su intangibilidad, su invisibilidad a los ojos de los corrientes mortales, torpes, prepotentes y vanidosos por el simple mérito de considerarse mejores que los demás por tener un euro más, unas llantas más brillantes o un cargo que los saca en los periódicos y en la televisión, o una arruga menos como símbolo del pacto con el diablo que habita en algún rinconcito de nuestro yo, creyentes o no, en una fuerza absoluta que cansada sigue dándose resignada a no ser entendida ni siquiera escuchada, como padres que no consiguen que sus hijos entren por vereda, equivocados o no, los unos y los otros, creyentes o no, en la bondad y la compasión, en la maldad y la venganza, seguimos errando y tratando de encontrar nuestro camino. Un camino lleno de piedras que nos hacen tropezar, retroceder, rectificar y hasta rendirnos. Rendidos llegamos a quedarnos quietos y es en la quietud que no nos queda otra que hacer examen de conciencia y descubrir que es posible redimirse. Que si rectificar es de sabios, es posible trabajarse la torpeza, la prepotencia y la vanidad. Que aunque no lo entendamos, el dolor nos hace ser conscientes de nuestras debilidades. Hoy, Viernes de Dolor, es un día estupendo para salir de la rutina, en la playa disfrutando del mar y sus iones, en el campo en una primavera invernal, en casa o en procesión acompañando a los Pasos que nos recuerdan el sufrimiento propio y ajeno, que la Resurrección es un milagro, que la Fé mueve montañas, que la solidaridad de las gentes es un magnífico estimulante y que no hay mal que cien años dure…La lluvia que tanto se ha hecho esperar estos últimos meses de sequía tiene que caer justo en estos días de descanso y recogimiento ¿por qué? Quizás sea solo para recordarnos que el hombre propone, pero Dios dispone. Que siendo capaces de modelar todo nuestro entorno y nuestra existencia como consideramos que más nos conviene, todavía hay fuerzas que no podemos controlar y hace su santa voluntad, fastidiándonos las vacaciones, impidiendo que las imágenes idolatradas salgan en procesión, chafándonos las expectativas y haciéndonos sentir impotentes, como ante una huelga de pilotos. Obligándonos a aceptar que nuestras prioridades no son compartidas y que tenemos que decidir si dejarlas como están o modificarlas en mayor o menor medida. Observando la naturaleza del paisaje y del ser humano, el dolor que es capaz de infligir y padecer, no podemos más que renovar nuestros votos de esperanza en un mundo mejor, más justo, más armonioso, en paz y libertad para desarrollarnos y avanzar enriqueciéndonos de los valores universales en el duro Camino de la Vida…¡Feliz Resurrección!
Santísimo Cristo de La Laguna. Autor: Dèsirée Martín |
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