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domingo, 20 de noviembre de 2011

Abandonar o seguir

Primer paso. Cojo, mutilado o con dos piernas. Todo empieza con un paso. Un paso para acercarte a alguien o la espera de que alguien se te acerque, que dé el otro el primer paso, yo ya lo di…pero ese primer paso es tanto físico como virtual, puede ser tanto un cargarte la mochila al hombro y empezar un viaje más o menos largo en espacio, en tiempo, como un cambio interior imperceptible a primera vista desde fuera, pero que te llevará por caminos muy visibles…No dar un paso a tiempo no solo estropea la coreografía de un baile o un desfile, o una puesta en escena sobre un escenario en la calle o en tu casa, un paso no dado a tiempo hace que el resto de la composición vaya asincopada, como los dientes de la rueda de una noria, de un reloj o de una cremallera que se desajusta. A veces ese paso no dado puede ser el hueco que haga que todo vuelva a encajar manteniendo el compás en el pentagrama… Hay un ritmo sutil y vital que se te va metiendo dentro como el tic-tac de un metrónomo marcando de fondo el compás para encontrar la armonía.

Un paso te lleva a un cambio, darlo o no darlo te pondrá en el camino bordeado de árboles hermosos y de buena sombra o te pondrá en el bosque de Blancanieves de ramas sin hojas, tristeza y miedo. Hacerle frente al miedo, a la tristeza, a lo que más temes es quizás uno de los pasos más difíciles. Hay que sentir el ritmo y preparase para sortear las pruebas (ahora veo a Richard Gere en El primer caballero estudiando las cuchillas, guadañas y mazas que podían despedazarlo en unos segundos y cómo, no pudiendo ser de otra manera siendo el héroe de la película, se hizo paso para ganar el beso de la reina Ginebra).

Sentir que no llevamos el paso tiene solución sencilla cambiando el paso ligero. Pero hay que darse cuenta, escuchar y dar un saltito para cambiar de pie. Un saltito para abandonar o seguir. Abandonar el qué, seguir dónde. Estas son las guadañas y mazas que hay que estudiar. Sobre todo las de abandonarse en todos sus aspectos; la de sentirse abandonado es letal y es ahí donde más urge dar un saltito para coger el paso, para abandonar ese estado mutilador y seguir escuchando la música. No hay que hacer mucho caso de aquellos que te dicen que no tienes oído y nunca aprenderás a cantar. La vocecita que nos habla y nos susurra haciéndonos cosquillas en la oreja o en el estómago es pura energía, vibra, y eso no es competencia única del oído. Por eso hay sordos que bailan y componen música. Entonces, todo es posible. Que nos hayamos equivocado en un proyecto, en la elección de unos estudios, en la confianza depositada en alguien, en el arquitecto de nuestra casa…si la sintonía no nos llega nítida sino con ruido habrá que estudiar ese ruido y buscar otra frecuencia…tres pa’tras, dos p’adelante…pasito tuntún, pasito tuntún…si te asomas…podría ser...pasito tuntún...


Fontainebleau

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