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lunes, 25 de abril de 2011

De Semana Santa y libros

Para alguien como Maruca, la Semana Santa era algo más que días de vacaciones, diversión, capirotes y esclavos del Cristo. Se había criado en una ciudad de provincias donde las tradiciones católicas estaban muy bien enraizadas, plagada de iglesias y algunos conventos y todavía hoy le gustaba comprobar como las calles se decoraban fugazmente con los pasos enramados de las distintas cofradías al retumbar de los tambores. Pero al mismo tiempo, a Maruca  le daba un rubor tremendo la exposición popular del dolor de las Macarenas, Dolorosas y hasta del mismo Señor de la Humildad y Paciencia. Los ojos se le llenaban de lágrimas que procuraba no brotaran  descarriadas mejillas abajo. Al margen de las tallas en madera y su valor artístico, siempre llegaba a hacerse la misma pregunta: ¿por qué el humano necesita de imágenes tan desgarradoras para encontrar un poco de sensibilidad para con el prójimo en lo más profundo de su ser? ¿Por qué no se sacia con el gesto, con la acción de aquellos que han dado la vida por otros que probablemente ni siquiera lo merecían? ¿Por qué es tan cruel? ¿Por qué le dura tan poco la emoción? ¿Por qué considera que se lo merece todo? ¿Por qué olvida tan prontamente las enseñanzas y no bien ha salido del templo – bueno, hay incluso quien dentro de él- dobla la esquina y ya está verbalizando alguna suposición que terminará en rumor y por supuesto en verdad absoluta?...¿Por qué la compasión, el perdón y el pensamiento limpio son solo cosas de días puntuales? Maruca se consideraba católica, pero no entendía por qué se podía hacer el mal impunemente con la conciencia tranquila porque Dios te perdonaba después…cómo daba igual el esfuerzo por ser mejor persona y procurar no caer, que el dejarse llevar por los instintos básicos con absoluta tranquilidad porque para eso está la confesión de los pecados…Cuando escuchó al sacerdote de la novela  decirle a un ruín que es un sacramento y no un quitamanchas, no pudo dejar de sonreir. Pasaban los años y Maruca lloraba a moco tendido viendo las películas de Semana Santa que ponían por la noche. Pero por el día se sumergía en las páginas de un libro que la abstraía de la realidad más cercana, que le mostraba otros mundos, otras vidas, otros o los mismos pecados, otras culturas o la suya misma extrapolada a miles de kilómetros de distancia. Algún año cuando ya no estaba prohibido poner música o ir al cine llegó incluso a ir a una discoteca con sus amigas y se lo pasaba muy bien…Sin embargo, algo dentro de ella no la hacía estar cómoda del todo. Un pequeño sentimiento de culpa no se desprendía de ella. Años de infancia bajo el manto de las costumbres católicas más devotas habían dejado huella de hierro candente. Sin trauma alguno, Maruca procuraba pasar estos días de recogimiento como una cura en un balneario, como una pausa necesaria en el duro camino de la vida, aceptando los cambios, pero pidiendo respeto por uno mismo y por el prójimo, predicando el no quieras para los demás lo que no quieras para ti mismo y riendo una noche de Viernes Santo cuando un amigo en Facebook escribe en su muro que “por una ventana de su casa entra la ópera a todo volumen de un vecino, por la otra una bachata mientras una vecina grita un “Respeto, que es Viernes Santo”…Sí Señora, ya ni la magnífica Procesión del Silencio puede escucharse completamente en silencio…eso sí, la libertad de algunos para tener a los vecinos a golpe de decibelios ensordecedores de altavoces y escenarios durante semanas enteras y sin dormir sí es democrático…en fin, baje Dios y lo vea, bueno, no, suscribiendo lo que dijo más arriba, mejor que se quede donde está y deje que nos matemos los unos a los otros…uy, que nos amemos, los unos a los otros…sí, a veces es como una película de James Bond el tratar de hacerlo, pero en el mundo hay muchos agentes dispuestos a luchar por un mundo mejor, algunos incluso lo dejan por escrito o grabado y otros lo transcriben…

Maruca aprovechó estos días de sosiego para rescatar un libro del fondo de la biblioteca Martes con mi viejo profesor de Mitch Albom, una lectura sencilla y compleja, sobre el sentido de la vida, sobre la tensión de los opuestos, esa serie de tirones hacia atrás y hacia delante, como que quieres hacer una cosa pero estás obligado a hacer otra...o que algo te hace daño, pero tu sabes que no debería hacértelo, sobre la esperanza y fe en el ser humano con la máxima budista del profesor Morrie: "Vive cada día como si fuera el último…” ganando el amor, siempre el amor...El amor como único acto racional...

Maruca rescató también otros títulos a través de El Bisturí de J.J....definitivamente, formamos parte de un todo que late como un gran corazón...

http://jjrodriguez-lewis.blogspot.com/2008/11/el-camino-del-corazn-propsito-de-el.html

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