Habían decidido reunirse para pasar la última noche del año. Cenaron enzarzados en una entretenida conversación y casi se olvidan de las uvas. Con algo de prisa pero sin agobios, se colgaron los gorritos e hicieron sonar los pitos del cotillón esperando las uvas a 20º C. Las campanadas fueron perfectas, daba tiempo de masticar la uva anterior antes de atragantarte con la siguiente, besos, abrazos, los mejores deseos para el año nuevo y vuelta a la mesa, a los brindis y la conversación cuando en mitad de la madrugada se oye un gritito…¿qué pasó? Acabo de ver un ratón cruzando la cocina!! Qué dices…Catalina se levantó y entonó el salicabula magicabula dibidibadibidú todo se arregla con solo decir dibidibadibidibidibadibidibidibadibidú…le pareció lo más oportuno para que el ratoncito escondido en algún rincón supiera que no tenía intención de matarlo ni acorralarlo ni hacerlo sufrir, pero le pedía saliera por donde mismo había entrado. Después de todo, Cenicienta hablaba con sus amiguitos los ratones ¿no se acuerdan de Gus?
La noche terminó y se fueron a dormir. Al día siguiente no se supo nada del nuevo huésped y así pasaron un par de días del nuevo año, hasta que al ir a coger un paño de cocina algo oscuro saltó de la cesta: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh, qué susto! Dibidi se había hecho un nidito estupendo con una almendra del turrón y unos restos de las pastillas azules que dicen que no los hacen sufrir, pero que acaban con el sufrimiento de tener un roedor en casa. Se le volvió a esconder y solo la noche siguiente lo vio salir, o eso le pareció a Catalina, por la puerta de la terraza. Contenta saltó a cerrarla confiando en que quedaba fuera para siempre, ay, pero nada es para siempre y a media mañana lo descubrió trotando de nuevo por el salón. Cansada de tanta fiestita y demás menesteres, Catalina optó por desmantelar su salón y dejar al descubierto el suelo y los posibles escondrijos. El Dibidi se había hecho otro nidito detrás del sofá…¿cuánto tiempo llevas viendo la tele conmigo sin que yo me haya enterado? Hablando con los amigos de las incidencias con las que empezó el año, le pusieron nombre al ratón: “dile a Pérez que se vaya a recorrer mundo…” ¿Pérez? Oyeeee, que se me había caído una muela el 29!! O sea, que si tengo al ratoncito Pérez en casa es que es real y vino a dejarme un regalito…y ¡¡¡entonces, también los Reyes Magos son de verdad!!! Yupiiiii, me dan a dejar mi regalo preferidoooooo. Catalina se reía entusiasmada y nerviosa. Era la noche de Reyes y todo podía ser mágicamente posible. Simplemente, había que creer.
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Hola amiga, me voy a trabajar y a vender aparatos que auyentan ratoncitos sin hacerles ningún mal. Muak
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