Hay sueños que se resisten a convertirse en realidades y no es malo, siempre que uno no se rinda y siga batallando para conseguirlos. No aprendida la lección de que no se puede vivir de ilusiones, aunque sí de entusiasmos, tropezamos torpemente en la misma piedra...Desde principios de otoño se sabía que este fin de semana iba a ser movidito y hubo que hacer algunas modificaciones para encajar un nuevo acontecimiento, un regalo que solo se descubriría -si no cometíamos el error de curiosear en busca de informaciones que rompieran el encanto de la sorpresa- el día de Reyes. Tal día confirmamos la sospecha de que la reserva del 21 de enero en Madrid tendría que ver con alguien de la talla de Plácido Domingo, pero el misterio del programa del Concierto aniversario. Plácido Domingo –como reza la programación del Teatro Real- era tal, que ni el propio Plácido supo de lo que iba. Tampoco lo quiso saber. Eso lo supimos al leer sus declaraciones a la prensa. En fin, que la noche pasó entre músicos de gran categoría - instrumentistas y cantantes, incluso instrumentistas cantantes en el estreno mundial Plá-ci-do de su amigo Tan Dun - homenajeando al gran artista y gran persona. No cedió a las peticiones de que cantase al final del brillante espectáculo, recalcando que no dejaría de cantar mientras pudiese, pero que tampoco cantaría de más, probablemente por no querer eclipsar a la luna todavía un poco llena…Mas como un sol cálido en pleno invierno, agradecido al público que siguió el concierto en el exterior del teatro por pantalla gigante a dos grados de temperatura, les cantó desde el balcón Madrid, Madrid…emocionado, emocionante…un gesto de los muchos que le caracterizan, como contó tan bien Teresa Berganza antes de cantarle happy birthday con tonadilla a lo Marilyn enseñando con gracia un hombro al echarse hacia atrás su preciosa capa fucsia. “Es muy tarde ya…para cantar La Traviata”, dijo. Esperemos que no sea muy tarde para otros entusiasmos. Aún hay tiempo para seguir soñando. ¡Felicidades, Plácido!
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lunes, 24 de enero de 2011
lunes, 17 de enero de 2011
Danzantes, de Ángel Pageo, ecléctico en movimiento
Verano de 1994. Isla de La Gomera, Canarias. En Valle Gran Rey había fijado su residencia un personaje que se paseaba agitando un plumacho de crines que le había regalado el jefe de una tribu de la Nubia sudanesa del Alto Egipto. Apareció en la piscina con su sombrero de Indiana Jones y unos cortos pantaloncitos vaqueros espantando las moscas como quien está rodando una película con extras invisibles formando su séquito. “Chicas, éste es Ángel Pageo. Egiptólogo”. Ese momento fue como la claqueta de un rodaje y desde entonces no ha parado la acción. Ángel no tenía mucha paciencia para cepillar meticulosamente los restos arqueológicos en los yacimientos egipcios, y el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago que lo había contratado lo puso a dibujar, viendo la habilidad con la que describía las piezas encontradas. Aquel verano trepaba riscos en busca de restos aborígenes canarios y teorizaba sobre la procedencia de los guanches del norte de África. Su crianza entre proyecciones de películas en los laboratorios de Madrid Film, pudo contribuir, casi sin duda, a enriquecer ese don natural del contador de historias interminables. Capaz de enumerar a los Ramsés sin perder la línea genealógica y saltar a Miami con sus amigos de la Sony, apasionado de la fotografía, cuando habla de montar una exposición su entorno más cercano se figura que será de sus fantásticas imágenes digitales, pero la sorpresa después de tantos años es que lo que cuelga de las paredes del Instituto de Estudios Hipánicos en el Puerto de la Cruz, Tenerife, son un reflejo de sus inquietudes, de su búsqueda en distintos campos, en distintos mundos una mezcla de modernidad y clasicismo. Emplea la litografía -en la era de lo virtual- para reproducir a sus Danzantes a todo color, simulando los carteles del siglo pasado, acuarelas a lo Barceló, Faunos bailando hip-hop que bien semeja la evolución del hombre, pinturas rupestres de ballet clásico, bailarines de flamenco, contemporáneo y danza del vientre, bailes africanos y jazz…fondo y forma en el mismo plano exhibiendo con descaro y provocación el triunfo de la luz, desvelando el secreto de la inquietud que genera la ausencia de sombras.
Danzantes se exhibe en el Instituto de Estudios Hispánicos, en la c/ Quintana,18, Puerto de la Cruz, Tenerife hasta el próximo 8 de febrero en horario de lunes a viernes de 11 a 13 y de 18 a 20h.
Danzantes se exhibe en el Instituto de Estudios Hispánicos, en la c/ Quintana,18, Puerto de la Cruz, Tenerife hasta el próximo 8 de febrero en horario de lunes a viernes de 11 a 13 y de 18 a 20h.
viernes, 7 de enero de 2011
Dibidi badibidu
Habían decidido reunirse para pasar la última noche del año. Cenaron enzarzados en una entretenida conversación y casi se olvidan de las uvas. Con algo de prisa pero sin agobios, se colgaron los gorritos e hicieron sonar los pitos del cotillón esperando las uvas a 20º C. Las campanadas fueron perfectas, daba tiempo de masticar la uva anterior antes de atragantarte con la siguiente, besos, abrazos, los mejores deseos para el año nuevo y vuelta a la mesa, a los brindis y la conversación cuando en mitad de la madrugada se oye un gritito…¿qué pasó? Acabo de ver un ratón cruzando la cocina!! Qué dices…Catalina se levantó y entonó el salicabula magicabula dibidibadibidú todo se arregla con solo decir dibidibadibidibidibadibidibidibadibidú…le pareció lo más oportuno para que el ratoncito escondido en algún rincón supiera que no tenía intención de matarlo ni acorralarlo ni hacerlo sufrir, pero le pedía saliera por donde mismo había entrado. Después de todo, Cenicienta hablaba con sus amiguitos los ratones ¿no se acuerdan de Gus?
La noche terminó y se fueron a dormir. Al día siguiente no se supo nada del nuevo huésped y así pasaron un par de días del nuevo año, hasta que al ir a coger un paño de cocina algo oscuro saltó de la cesta: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh, qué susto! Dibidi se había hecho un nidito estupendo con una almendra del turrón y unos restos de las pastillas azules que dicen que no los hacen sufrir, pero que acaban con el sufrimiento de tener un roedor en casa. Se le volvió a esconder y solo la noche siguiente lo vio salir, o eso le pareció a Catalina, por la puerta de la terraza. Contenta saltó a cerrarla confiando en que quedaba fuera para siempre, ay, pero nada es para siempre y a media mañana lo descubrió trotando de nuevo por el salón. Cansada de tanta fiestita y demás menesteres, Catalina optó por desmantelar su salón y dejar al descubierto el suelo y los posibles escondrijos. El Dibidi se había hecho otro nidito detrás del sofá…¿cuánto tiempo llevas viendo la tele conmigo sin que yo me haya enterado? Hablando con los amigos de las incidencias con las que empezó el año, le pusieron nombre al ratón: “dile a Pérez que se vaya a recorrer mundo…” ¿Pérez? Oyeeee, que se me había caído una muela el 29!! O sea, que si tengo al ratoncito Pérez en casa es que es real y vino a dejarme un regalito…y ¡¡¡entonces, también los Reyes Magos son de verdad!!! Yupiiiii, me dan a dejar mi regalo preferidoooooo. Catalina se reía entusiasmada y nerviosa. Era la noche de Reyes y todo podía ser mágicamente posible. Simplemente, había que creer.
La noche terminó y se fueron a dormir. Al día siguiente no se supo nada del nuevo huésped y así pasaron un par de días del nuevo año, hasta que al ir a coger un paño de cocina algo oscuro saltó de la cesta: aaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh, qué susto! Dibidi se había hecho un nidito estupendo con una almendra del turrón y unos restos de las pastillas azules que dicen que no los hacen sufrir, pero que acaban con el sufrimiento de tener un roedor en casa. Se le volvió a esconder y solo la noche siguiente lo vio salir, o eso le pareció a Catalina, por la puerta de la terraza. Contenta saltó a cerrarla confiando en que quedaba fuera para siempre, ay, pero nada es para siempre y a media mañana lo descubrió trotando de nuevo por el salón. Cansada de tanta fiestita y demás menesteres, Catalina optó por desmantelar su salón y dejar al descubierto el suelo y los posibles escondrijos. El Dibidi se había hecho otro nidito detrás del sofá…¿cuánto tiempo llevas viendo la tele conmigo sin que yo me haya enterado? Hablando con los amigos de las incidencias con las que empezó el año, le pusieron nombre al ratón: “dile a Pérez que se vaya a recorrer mundo…” ¿Pérez? Oyeeee, que se me había caído una muela el 29!! O sea, que si tengo al ratoncito Pérez en casa es que es real y vino a dejarme un regalito…y ¡¡¡entonces, también los Reyes Magos son de verdad!!! Yupiiiii, me dan a dejar mi regalo preferidoooooo. Catalina se reía entusiasmada y nerviosa. Era la noche de Reyes y todo podía ser mágicamente posible. Simplemente, había que creer.
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