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En estos días de fin de verano, Survival ha anunciado que el coraje y la tenacidad del pueblo de los dongria kondh en su lucha, para que su montaña Niyamgiri no fuera convertida en una mina de bauxita, ha tenido un final feliz, de éxito, de victoria, de esperanza para otros que viven amenazados por los poderosos “proyectos de desarrollo”.
Estos días rescaté un libro de 1974 de Marvin Harris, Vacas, cerdos, guerras y brujas (Ed. Alianza Editorial,1984). Necesitaba sacar del rincón de la memoria en el que se encontraba el capítulo de las vacas en la India. ¿Por qué era que se pasean a su antojo sin obstáculo ni resistencia de los hambrientos y harapientos hindúes mientras cristianos y musulmanes se rifan su carne? ¿Por qué no progresan esas gentes y se modernizan? En unas amenísimas 20 páginas, el antropólogo concluye que “los estudios de costos y de rendimientos energéticos muestran, en contra de nuestras expectativas, que la India utiliza su ganado vacuno con mayor eficiencia que Estados Unidos”… “que –como dice Odend’hal – la eficiencia relativamente alta del complejo ganadero indio no obedece a que los animales sean especialmente productivos, sino a que los hombres aprovechan con sumo cuidado sus productos”.
Sucintamente, solo el valor del estiércol de las vacas de la india – como combustible, como suelo, como techo, como abono para las tierras – la resistencia de los animales a las grandes sequías y hambrunas hasta que llegan los monzones y el poco de leche que les pueden estrujar, merita para que a pesar del hambre y la desesperación, el instinto de supervivencia a largo plazo les impida matar al animal, teniendo así hambre hoy, pero pan mañana.
Durante miles de años, hay pueblos que han vivido con unas costumbres difíciles de aceptar por los occidentales, no solo por la imagen pobre y salvaje que vemos con ojos de consumista despreocupado, sino porque la soberbia de creerse superior a otro de la misma o distinta especie le impide percibir la riqueza de esos otros. Los dongria kondh han ayudado a cuidar los bosques densos de la zona de su montaña sagrada Niyamgiri con una flora y una fauna inusualmente rica. Si no se hubiese parado el proyecto de explotar una mina de bauxita a cielo abierto - para hacer ricos de dinero a unos pocos - se destruirían los bosques, se alterarían los ríos y también ese modo de vida de unos primitivos salvajes que molestan porque no van con los tiempos que corren. Eso sí que nos afectaría a todos, ¿no?
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