Los colores del destino. Por María Padrón.
Se saltó todos los manuales de cómo hacer una película. No pasó por realizar un corto antes de atreverse con un gran formato. Simplemente no siente esa necesidad. Lucas Fernández es novel en la dirección de largometrajes, pero no en el mundo audiovisual. Está muy contento de haber hecho realidad un sueño de estudiante de cine becado en el Barnard Collage de Nueva York: dirigir una película antes de cumplir los 40 años. “Oscar. Una pasión surrealista”.
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Cueva de guanches. Oscar Domínguez.
En el Museo Reina Sofía. |
Y además, funciona muy bien. Al margen de las críticas que intentan ridiculizar este trabajo de alto presupuesto -seis millones de euros- y gran despliegue en medios y localizaciones (Praga, París, Madrid, Sofía, Tenerife) “Oscar…” está teniendo muy buen resultado en las salas donde se proyecta. Se presentó en la Berlinale, fuera de concurso, donde tuvo una buena acogida. En septiembre estará en el Festival Internacional de París; en octubre en el Latinfestival de Los Angeles y un poco más tarde en el Festival de Cine histórico de Italia. Eso sí, como nos dice su director, “es una película que no deja indiferente. O te encanta o la detestas”. Confiesa que mientras escribía el guión y desarrollaba la idea no se planteó nunca “que tuviera gustar a los críticos. Es una película para gente sensible y tan importante es la opinión de un taxista, como la de una señora en el supermercado o un ejecutivo”. Tenía muy claro que “quería contar una historia, la historia de un hombre que salió un día de su pueblo isleño, Tacoronte, en Tenerife, para cumplir los deseos de su padre de hacerse un hombre en el París de principios del siglo XX”. Es la historia de Oscar Domínguez, un autodidacta, pintor surrealista y maldito, inventor de lo que se conoce como decalcomanía. Amigo de Picasso y André Bretón, coetáneo de Miró, Dalí y Man Ray, este loco aquejado de acromegalia -la enfermedad del hombre elefante- que decía continuamente “yo no soy francés, soy surrealista”, es el gran olvidado de esa élite -que rompía moldes y todo lo que se les ponía por delante-, consecuencia de la ruptura con sus correligionarios para salir en defensa de su amigo Paul Éluard durante la II Guerra mundial.
Lucas Fernández descubrió a Oscar Domínguez, como muchos, “de manera accidental, en una conferencia del profesor Fernando Castro, en un ciclo sobre vanguardia surrealista a principios del siglo XX”. Le pareció fascinante, le picó la curiosidad y se lanzó a la búsqueda descubriendo una vida tan caótica como rica en su mundo interior. Descubrió “cómo el arte puede ser un vehículo paliativo del dolor” y decidió plasmarlo en la gran pantalla. “Seguí los consejos de mi padre, para tener éxito hay que rodearse de los mejores. Empezando por los actores, el equipo técnico y la distribución. Toqué muchas puertas”. Todo está muy elaborado. “La paleta de colores, que en posproducción pasaron por la colorimetría digital, está muy definida. Disfruté mucho componiendo la imagen jugando con un cuadro que aparece y desaparece, enlazando las dos historias paralelas que narran la vida del artista en París y la de Ana, en el Madrid actual, una abogada a quien se le diagnostica una terrible enfermedad que le lleva a volcarse en la búsqueda de un misterioso cuadro que, según los expertos, fue la última obra creación del pintor antes de suicidarse”. “Nada es lo que parece ser. ¿Quién es quién? Hay que esperar hasta el último minuto, para descubrir que ninguno de los personajes es simplemente lo que aparentaba ser”. Victoria Abril interpreta a Ana, que encuentra en la figura de Oscar Domínguez el motor para dar sentido a una existencia que considera vacía. Cuando descubre que le queda poco tiempo de vida surge la inesperada posibilidad de devolver al mundo una obra inédita del genio surrealista, de cuya existencia tiene conocimiento tras la irrupción en su casa de dos expertos del Instituto Oscar Domínguez de Arte Contemporáneo de Tenerife, interpretados por Tony Cantó y Caco Senante. Emma Suárez en el papel de Eva, la amiga y vecina de Ana, ayudará a ésta en la búsqueda del preciado lienzo, convenciéndola incluso de viajar a Tenerife para buscarlo en la casa familiar, cerrada desde hace años. Es en la isla donde Eva muestra el lado oscuro desvelado por Román, el novio macarra de Ana (el Jorge Perugorría más impulsivo), que no se fía de ella.
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Masca. Tenerife
Foto: Mª Padrón |
En lo alto de un risco, rodeadas de precipicios, tiene lugar “el famoso beso que ha dado la vuelta al mundo, con más de 20.000 descargas en youtube. No se sabe si Eva es bisexual o lesbiana. Hay que buscar un aliciente, abierto a la imaginación del espectador”. Y la escena tiene anécdota: “al rodar el beso, improvisé el lugar y les propuse subir a lo alto de un saliente solo ellas dos, yo con una steadycam y el equipo de sonido. Rodamos la secuencia en un primer ensayo de movimiento y un ensayo rodado para ver metraje y cómo salía, y al terminar dije: ¡lo tengo! Era una toma muy natural, la más creíble. No necesitaron dobles, a pesar de lo peligroso del terreno. Se quedaron sentadas junto a un walki-talking hasta que los demás miembros del equipo nos instalamos en otra cumbre, bastante alejada, para realizar la toma. ¿Descubrió Ana que una relación con una mujer compensó su vida? Que cada uno llegue a sus propias conclusiones”. Lo que sí pueda claro es que tanto la actitud de Eva como la de su amigo estadounidense, el marchante de arte (Jack Taylor), no es del todo desinteresada.
“La música colorea perfectamente la película. Cada pieza tiene por título una obra del pintor, encarnados en Joaquín de Almeida, y en su hijo Lourenço, como Oscar niño”. La decisión de contar con Joaquín de Almeida para el papel protagonista de Oscar, fue, entre sus talentos, el extraordinario parecido con el artista. Sorprendentes son también los parecidos físicos de sus dos esposas: Paola Bontempi como Roma, el gran amor de Oscar Domínguez, pianista de origen polaco que acompañó al artista durante su vida bohemia sufriendo contínuas infidelidades y que murió fusilada en París -por ser judía y anarquista- tras la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Y Yanely Hernández como Maud Bonneaud, quien conoció a Oscar Domínguez a través de Pablo Picasso y años más tarde, se casaría con el pintor para abandonarlo harta de sus infidelidades por su mejor amigo Eduardo Westerdahl (Vicente Ayala).
En definitiva, por delante, noventa y siete minutos en 35 mm de luz y color con todos sus matices, “salvo los grises”. Detrás, un gran equipo -que produce Report Line Producciones(España),Destiny Films (Francia), Media Turner Productions (EEUU) y TVE (España)- de fotografía (Rafael Bolaños), sonido (Julio Recuero, Bela Da Costa y Jaime Fernández), maquillaje(Ana Lozano), peluquería (Manolo García), vestuario (Tatiana Hernández), producción (Marta Miró), realización-montaje(Eddy Cardellach), Dirección de arte (Carlos Bodelón), desarrollo del proyecto (Daniel Fumero), Coguionista (Eduardo del Llano), música (Diego Navarro y la canción original “Necesito amor” (de Victoria Abril).
Desde arriba, los planos cenitales muestran, cual descendimiento, el dolor que surge desde lo más profundo de la desesperación humana… en rojo intenso como la sangre en la bañera, en verde hierba en el parque o más intenso en las paredes de la casa que se funden con los lienzos surrealistas en una búsqueda loca, quizás de la esperanza.
Vídeo encontrado en youtube.Gracias,elexhumador.
Entrevista//Publicada en ZERO nº 106/ 2008 .
Una de las aportaciones de Oscar
Domínguez al surrealismo
fue la teoría de la petrificación
del tiempo, a través de la cual
empieza a introducir en sus
composiciones formas cristalizadas
y estructuras de redes
angulosas. Hay petrificaciones
de ese estilo en los cuadros de
René Magritte. Sin embargo,
su aportación más importante
al surrealismo fue la invención
de la decalcomanía, técnica en
la que el automatismo psíquico
tenía un protagonismo absoluto.
Consiste en introducir gouache
negro líquido (especie de témpera)
entre dos hojas de papel
presionándolas de un modo no
controlado. Esta técnica adoptada
rápidamente por los surrealistas
influyó posteriormente
en la pintura expresionista
abstracta.
En los últimos años el realizador canario ha sido responsable de proyectos de ficción para la compañía
norteamericana Walley Global Inc. (Miami), especializada en la producción de tv-movies para el mercado
anglosajón, así como del desarrollo de coproducciones internacionales de fi cción como asesor de la cadena
de televisión norteamericana Univisión. Actualmente, Lucas Fernández está trabajando en un guión de encargo de Media-turner Productions (Los Angeles) sobre Leonardo Da Vinci, tratando de descubrir el
lado más humano de uno de los hombres que han cambiado la historia, un hombre sexualmente controvertido que no estaba bien visto y al que se ha envuelto en su faceta mística.
Victoria Abril supo que
Lucas Fernández la quería en
su película leyendo una entrevista
en el periódico. Se interesó por
el guión. Lucas Fernández se lo
entregó en Málaga, cuando rodaba
“El camino de los ingleses”, de
Antonio Banderas. Emma Suárez
y Victoria Abril fueron presentadas
por el director de “Oscar. Una pasión
surrealista”. Sentadas junto a
un walki talking, esperaron la señal
desde el otro lado del barranco
para rodar la secuencia del beso,
que ha dado la vuelta al mundo.
Victoria Abril ha contribuido, además,
con fotografías de su infancia
y la canción original “Necesito
amor” que suena durante los títulos
de créditos finales, al tiempo que
se proyectan las únicas imágenes
existentes del pintor surrealista,
rodadas por el realizador francés