El día amaneció con ese mar indefinido entre bravo, por la
luna llena, y calmo, por las extrañas fuerzas del eclipse parcial de luna. El
cielo difuminado en el horizonte, todo en uno, sin fronteras, un todo de ese
azul grisáceo que avecina revoltura.
Dicen que los eclipses provocan cambios en el ser humano,
que las energías que se mueven en el cosmos afectan al sistema, lo
cortocircuitan, lo sobrecargan, lo dejan agotado de tanto chute de vibraciones,
extremos que se encuentran para repelerse de tanto que se atraen, choques
emocionales en un mundo de realidades duras, confusas, que nos hacen dudar y
nos impiden ver con claridad lo que tenemos ante nuestros ojos, quizá el brillo
encandile y debamos usar gafas polarizadas o puede que solo debamos darnos un
poco de tiempo para acostumbrarnos a tanta luz, sobre todo cuando hemos estado
mucho tiempo en un ambiente de penumbra. Hemos
buscado a ciegas desarrollando el sentido del tacto, del oído e incluso
del olfato y hasta del gusto, porque esos son los sentidos que nos permiten
identificarnos en medio de tanta oscuridad…