Bebé, niño- niña, hombre- mujer, la necesidad humana de etiquetar y clasificarlo todo empieza en el instante en que una mujer sabe que está embarazada…según el sexo será tratado, diferenciado y enrolado de por vida…mientras es bebé tiene esperanza de libertad.
Desde que el hombre, como especie, es ser humano, las diferencias corporales y biológicas entre hombre y mujer han marcado el papel de cada uno en la sociedad grande o pequeña. La mujer es la única que puede engendrar y tener hijos y debido a la inexistencia de biberones en la prehistoria, la única que podía alimentarlos. El hombre salía a buscar comida para toda la familia y dicen que de ahí viene el hecho de que el hombre prefiera salir de casa y otear el horizonte en busca de caza, mientras la mujer desarrolla la visión más corta y con mayor ángulo, para que no se le escapase ninguno de los críos.
Como el hombre y la mujer no solo son cromosomas ni fruto de la educación y la cultura social de un pueblo, como quiera que algo en su interior hace que su inteligencia natural les pique la curiosidad de un mundo más allá de la crianza y la caza, surgen las reivindicaciones, las exigencias de cambio, los miedos y, como no, la violencia…violencia del macho sobre la hembra que se rebela para no perder su estatus ni sus privilegios. Si la hembra sale de casa, ¿quién hará la comida para cuando él vuelva? Si sale de casa sin protección, cualquier otro macho podrá mirarla y desearla incluso…No es solo una cuestión religiosa, eso viene para controlar a los que persisten en una actitud díscola y desafiante ante lo terrenal. Y cuando la fuerza bruta no basta, la amenaza se vuelve verbal. El poder del lenguaje es tanto o más fuerte que los golpes. Y así se va transmitiendo de generación en generación una manera de hablar con y de las mujeres que es absolutamente adquirido por la cultura social, la educación y la propia falta de autoestima.
La evidencia empírica muestra que tanto las mujeres como los hombres presentan gran diversidad intragrupo, es decir, que son muy distintas entre sí y también los hombres, y que hombres y mujeres son similares en la mayor parte de las variables psicológicas, entonces: ¿por qué seguimos empeñándonos en etiquetarnos y limitarnos?
Desde que el hombre, como especie, es ser humano, las diferencias corporales y biológicas entre hombre y mujer han marcado el papel de cada uno en la sociedad grande o pequeña. La mujer es la única que puede engendrar y tener hijos y debido a la inexistencia de biberones en la prehistoria, la única que podía alimentarlos. El hombre salía a buscar comida para toda la familia y dicen que de ahí viene el hecho de que el hombre prefiera salir de casa y otear el horizonte en busca de caza, mientras la mujer desarrolla la visión más corta y con mayor ángulo, para que no se le escapase ninguno de los críos.
Como el hombre y la mujer no solo son cromosomas ni fruto de la educación y la cultura social de un pueblo, como quiera que algo en su interior hace que su inteligencia natural les pique la curiosidad de un mundo más allá de la crianza y la caza, surgen las reivindicaciones, las exigencias de cambio, los miedos y, como no, la violencia…violencia del macho sobre la hembra que se rebela para no perder su estatus ni sus privilegios. Si la hembra sale de casa, ¿quién hará la comida para cuando él vuelva? Si sale de casa sin protección, cualquier otro macho podrá mirarla y desearla incluso…No es solo una cuestión religiosa, eso viene para controlar a los que persisten en una actitud díscola y desafiante ante lo terrenal. Y cuando la fuerza bruta no basta, la amenaza se vuelve verbal. El poder del lenguaje es tanto o más fuerte que los golpes. Y así se va transmitiendo de generación en generación una manera de hablar con y de las mujeres que es absolutamente adquirido por la cultura social, la educación y la propia falta de autoestima.
La evidencia empírica muestra que tanto las mujeres como los hombres presentan gran diversidad intragrupo, es decir, que son muy distintas entre sí y también los hombres, y que hombres y mujeres son similares en la mayor parte de las variables psicológicas, entonces: ¿por qué seguimos empeñándonos en etiquetarnos y limitarnos?
Atardecer en la costa norte de Tenerife. |
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