Translate

domingo, 18 de septiembre de 2011

De sombras negras en noches en blanco...

La noche en blanco se tragó algunas sombras negras de las que emergen del subsuelo tragándose a los espíritus que no van hacia la luz…Serena estaba de paseo con unos amigos cuando parada en el puesto de pinturas de Angelita, en medio de una charla interesante con un librero que le acababan de presentar, sintió la invasión energética de una de esas sombras que había conseguido quitarse de encima en el pasado. “Coño, Fulano”, fue lo primero que se le ocurrió como saludo para no ser falsa ni despertar los anhelos del contrario. Disfrazado de hombre viejo, bueno y candoroso, tras las barbas que desviaban la atención de una dentadura mal cuidada, las ansias de conseguir a una presa a la que hincarle los colmillos y chupar su sangre se le salieron por las órbitas de los ojos saltones de tanto buscar, de tanto mirar con afán de someter al otro tocándole la fibra. Digno y sorprendido por tan cálido saludo dio dos o tres pasos atrás y se mantuvo desafiante lanzando un contraataque poco efectivo: “coño, Serena”. Serena no tenía ganas de saludos forzados, ni de gastar su energía en conversaciones que no le interesaban. Leonora hacía tiempo que le venía diciendo al grupo que eso era consecuencia de la edad y que se iba agudizando y ya hacía meses que se confirmaba tanta sapiencia. A pesar de todo no quiso ser grosera, porque tampoco había cambiado tanto su forma de ser ni de actuar, y se levantó para continuar con el ritual social de chocar las mejillas, aunque le desagradase, simplemente por no ofender. El roce de los campos magnéticos no produjo empatía alguna y con disimulo se sacudió la carga contraria para no quedarse con un peso que no era suyo. Es curioso como el tiempo, los años transcurridos no consiguen borrar las huellas de determinadas personas, para bien y para mal, en unos y en otros. Los olores, los besos, el tacto de la piel, un apretón de manos hablan más de nuestras afinidades y rechazos que cualquier discurso. A veces ocurre que tratamos en vano de no hacer caso de esas señales para darle una oportunidad al error, a la confusión, a la duda…al destino…pero todo es cuestión de tiempo…todo llega, y esa noche llegó el momento de pararle los pies al aprendiz de gurú que no dejaba hablar al otro cual araña peluda tejiendo su tela relamiéndose ante el festín que veía próximo, y en uno de los incisos, entre sus continuas correcciones de forma y fondo del uso del lenguaje, coló un “ya te contaré yo todo ese entramado…” entonces la fuerza brotó y se manifestó como el eructo de un bisonte: “no tengo ningún interés en entrar en ningún submundo, sea del tipo que sea. Estoy muy bien en mi mundo”… debió de ser un aire con sonido a trueno y olor apestoso, porque el encantamiento no llegó a su fin y el gurucito hizo mutis por el foro –no por nada se proclama actor de escenarios – y la sombra ofendida, además, volvió a su submundo, uno de esos que Lovecraft describía con tanta lucidez que hubo que dejar de leerlo. El librero siguió con su discurso, Angelita y Agustina sintieron de alguna manera la tralla del relámpago y permanecieron a cubierto. Vicki llegó con su aire de vintage ajena a toda la movida y refrescó el ambiente con su buen ánimo. Pero Serena se cuajó un tantito. En medio de la tensa situación no escuchó que sonaba el teléfono. Le quedaban unos amigos por encontrar en la plaza. El ruido del escenario y los quioscos con la música altíiiiiiiiiisima contribuían a su aturdimiento. Necesitaba comer algo y refrescar su garganta. Un mensaje desde otra plaza le deseaba que pasase una buena noche. A pesar de la tremenda empatía que existía, de la huella que los años no habían podido borrar, solo pudo contestar que había mucho ruido e iban a ver si comían algo…cómo contar lo que acaba de pasar y…para qué…estaba aprendiendo rápido…muy rápido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario