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viernes, 9 de abril de 2010

Tamerlano, Me llamo Rojo y el esplendor de los Maharajas

Y por repite que te repite llego a Tamerlano. A la ópera de Händel. Preciosa la partitura, la historia con final feliz y la magnífica puesta en escena. Blanco y negro austeros en contraste con el colorido y exagerado decorado y vestimentas de los sultanes, como muestran las ilustraciones de los detallistas trabajos de pintores y calígrafos, por ejemplo, de los otomanos. Mundo que describe generosamente Omar Pamuk en su novela Me llamo Rojo y que enriquece el disfrute de la exposición sobre el esplendor de los Maharajas de hace unos meses en el Victoria and Albert Museum de Londres. La impresión del elefante magnífico y de los exquisitos trapos con los que cubren al animal en procesiones y desfiles con los señores dueños del mundo y sus bastones de mando y sus collares de esmeraldas, rubíes, zafiros y diamantes (como aquel que tardaron 3 años en hacer), espadas, turbantes, espuelas de oro y más diamantes incrustados, volvió a mi presente en el teatro de Covent Garden al subirse el telón y aparecer una enorme esfera bajo un gigantesco pie, blanco sobre blanco, paralizando al prisionero Bajazet, emperador de los otomanos. Tamerlano, jefe de los tártaros, no solo lo capturó sino que se encaprichó de su hija.
Aaaaaaay! la princesa Irene se quedó pasmada cuando el aliado griego Andronico,Sara Mingardo, fue a recibirla  anunciándole que Tamerlano ya no se casaría con ella y que se la regalaba a él, su humilde servidor. Sin entrar en esas majaderías masculinas, disfrutamos de la trama para que el tirano Tamerlano no se saliese con la suya. Incluso nos cayó bien porque Tara Venditti (sustitución en el último momento) bordó el papel, se le notaban las tablas y no solo sus ropajes daban color a la representación. Kurt Streit también tuvo que interpretar, y muy bien, a Bajazet todas las noches debido a la operación de Plácido Domingo. Dos elefantitos patearon un poco dos solos de Asteria (los inconvenientes del directo) pero no consiguieron acallar la voz de Christine Schäfer en el rol de hija de Bajazet. Junto a los 9 actores de túnica negra y turbante blanco, que giraban por el suelo giratorio o entraban y salian acompañando la narración, y el resto de la compañía, consiguieron resarcirnos haciéndonos pasar una velada de 4 horas muy agradables.

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