Mediodía. Luce el sol como en un día de verano. Pero las olas son de otoño. Y de luna llena o casi llena. El cielo azul despejado. Demasiada luz reflectada en un intenso mar verdeazulado ribeteado de hermosa espuma blanca. Rizos que se abren acercándose a la costa rocosa. Los surferos al acecho, pacientes desde bien temprano. Esperando la ola perfecta para una cabalgada perfecta. Pingüinitos negros vistos desde lejos. Y más allá el rompiente firme donde se estrellan insistentemente los tirabuzones blancos con la fuerza de una ballena saltando feliz en mitad del océano. El ruido del mar es ensordecedor, pero se agradece tras un par de días de visita a la ciudad ruidosa y apabullante. No hay silencio. Hay que hablar muy alto para escucharse, pero los únicos sobresaltos son los vítores al que ejecuta un buen ejercicio sobre su tabla y el estampido brutal del agua rompiendo contra la escollera. En pleno otoño, esta noche los disfraces de halloween, tan de moda en los últimos tiempos por estas latitudes, harán sudar sangre a más de uno, porque la temperatura atmosférica sigue siendo de pareos, bikinis y cholas.
En La Punta, 31 de octubre de 2009.-
En La Punta, 31 de octubre de 2009.-